Only Pretend
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Seré directa con esta reseña y es que la autora fue algo increíble al hacer esta trama tan... clichesuda. ¿Por qué? Quizás porque resultó algo predecible.
Haré un resumen: Celeste era una joven mujer de aproximadamente unos 20 años a la que su novio le termina/le corta por ser aburrida razón por la cual ella decide hacerse un cambio de apariencia para demostrarle lo contrario. Y no contenta con eso, hacer algo alocado en Las Vegas. Sí. Las Vegas. Allí ella conocerá a un apuesto hombre quien, ¡sorpresa! termina secuestrándola. Pero es que Leonide es tan sexi (aún más con ese acento ruso que lleva) que, a pesar de que luego le explica que será vendida a un completo extraño y que debe adiestrarla según los requisitos que su comprador especificó, terminarán enamorándose el uno del otro.
Vamos. Sabrán que soy mega fan de las historias con Síndrome de Estocolmo, pero... digamos que la historia me agradó.
Leonide es mitad ruso. Sin embargo, por parte de su padre, sigue una tradición que es recoger a chicas “desamparadas” (según él), y venderlas a hombres para así darles una mejor vida. No, me corrijo: casarlas. Porque para él, venderlas al mejor postor es casarlas. Y técnicamente lo es. Se menciona/conoce a una chica a la que le fue bastante bien con ese método casamentero.
Pero al ruso con quien le quería “casar” a Celeste no resultó un buen prospecto. El hombre apostaba por lo sádico, lo humillante y degradante hacia la mujer (peor, resulta que -citando las palabras del mismo Leonide- Vitaly -el futuro esposo- y él son iguales. Anda, que no esperaba esa). La verdad que en varias ocasiones, mientras que Leonide “enseñaba” a Celeste cómo comportarse para su nuevo ‘esposo' desee golpearlo por muy encantador que fingiera ser. Ni hablar de cómo a pesar de todo Celeste terminó encantada con él.
Cinturón de castidad. ¡El carajo ni siquiera la dejaba masturbarse! Quedé estática al leer que le colocaba uno de esos a la pobre chica.
He de admitir que en ciertos momentos me reí un montón, tuvo sus ratos hilarantes, sin embargo compite en su mayoría con los momentos degradantes. Y bueno, mi lado oscuro también se alegró cuando, durante una cena que organizó Leonide para exhibir a Celeste, el hibrido ruso se moría de celos al ver cómo uno de los presentes se ponía lascivo con la chica. Hipócrita.
Sin embargo, hay que tratar de comprenderlo: el hombre creía que hacía bien solo porque su padre, de esa forma, conoció a su madre. Solo que, y es algo que aplaudí a la autora, Celeste tuvo un poco más de sentido común como para no tragarse la situación y dejarse sobrellevar en su totalidad por el síndrome de Estocolmo. Quería opciones. Quería libertad. Quería aire. Y quería respeto...
...un poco.
En fin. Fue una historia fácil de leer, que no requirió de más que de paciencia. Pero que deja demostrado una vez más que incluso las autoras femeninas pueden crear una historia donde ellas mismas humillan y degradan a las de su propio género.
Niñas, chicas, nunca acepten ni permitan que un hombre les haga lo que Leonide ni siquiera por amor.