Desde tiempos inmemoriales nos han dicho a quienes somos aficionados al piano, a los pianistas, o a quienes simplemente tocamos el piano como entretenimiento, que aprender a afinar nuestro propio piano era algo extremadamente difícil, y que dicha actividad estaba reservada solamente para ciertas personas que nacieron dotadas de un oído especial o de condiciones musicales extraordinarias.
Sumado a esto, la profesión de técnico de pianos, cuya existencia era impensable antes de mediados del Siglo XIX, dado que usualmente cada músico afinaba su propio instrumento, ha estado rodeada de un halo de misterio y superioridad, ya que los técnicos usualmente se han mostrado muy misteriosos con respecto a su trabajo, y no han estado dispuestos a enseñar su profesión a nadie. Por otro lado, muchos profesores y maestros de piano muchas veces se refieren a ciertos técnicos de pianos como si fueran la encarnación de un “dios musical”, atribuyéndoles un oído y unas dotes musicales extraordinarias, difícilmente alcanzables para el resto de los mortales.
Sin embargo, con respecto a todo esto, déjame decirte algo fundamental: nada de eso es cierto. Hemos sido engañados.
Personalmente considero que cualquier persona que tenga condiciones auditivas normales, y que posea destrezas manuales comunes, puede aprender sin problemas a afinar su propio piano, como lo hacían casi todos los músicos e intérpretes de instrumentos de teclado, salvo los organistas, antes de mediados del Siglo XIX. Mi experiencia de más de 15 años formando afinadores de pianos en más de 30 países del mundo así lo demuestra. He tenido alumnos con edades que van desde los 12 años hasta los 75. Algunos de ellos han tenido solamente estudios primarios completos y algunos otros han tenido estudios universitarios. He enseñado a mujeres y hombres, amas de casa, empresarios, pianistas, profesores de piano, instrumentistas de otros instrumentos, cantantes, etc. Nunca, ninguno de ellos que se haya tomado en serio su aprendizaje, ha fracasado en aprender esta actividad. Y todos ellos eran personas completamente normales, sin ningún don auditivo sobrenatural.
El hecho de que luego de mediados del Siglo XIX haya aparecido la figura del afinador profesional de pianos como hoy lo consideramos, se debe a un conjunto de elementos y circunstancias, tanto de origen histórico como también relacionados al contexto y necesidades de cada época. Seguramente, como veremos, la aparición del técnico profesional de pianos que reemplazó como afinador al propio instrumentista, era una aparición válida y necesaria para aquellos tiempos, y tenía sus comprensibles razones pero, para nuestro tiempo, creemos que dicha costumbre ha quedado desactualizada y que actualmente genera más problemas que beneficios. Lamentablemente, casi a ciegas, conducidos por una tradición que no alcanzamos a comprender porque no tenemos conciencia histórica de la misma, seguimos perpetuando una costumbre que a los músicos de piano ya no nos es útil. Dicha costumbre consiste en haber renunciado a aprender a afinar nuestro propio instrumento, dejando únicamente en manos de profesionales dicha actividad. En su momento, cuando el afinador profesional de pianos fue reemplazando a los músicos como afinador de sus instrumentos, había razones importantes y comprensibles que lo justificaban. El avance en la tecnología de la construcción de pianos, y la aparición de los primeros temperamentos circulantes que desembocarían en el temperamento igual que hoy utilizamos, parecía mostrar que era innecesario que el músico intérprete tenga que afinar su propio instrumento de teclado. Las afinaciones eran más estables que antaño debido al avance en la tecnología de construcción de pianos, lo cual hacía innecesario que el músico tenga que afinar a cada rato su instrumento. Además, la existencia de temperamentos circulares hacía innecesario re afinar el instrumento para cambiar la tonalidad en la que se quería interpretar una pieza musical.
Si bien hoy en día algunas de dichas razones pueden seguir teniendo vigencia, su práctica constante ha provocado más problemas que beneficios. El hecho de haber quedado anclados, casi condenados, al uso casi exclusivo del temperamento igual, como si fuera el único modo de temperar la afinación del piano, ha sido uno de dichos problemas. Otro ha sido la paulatina ignorancia, tanto teórica como práctica, en la que se han sumido los músicos de piano con respecto a la afinación de su propio instrumento. Hoy en día, muchos pianistas y profesores de pianos son completamente analfabetos con respecto al conocimiento de los rudimentos, no solo prácticos, sino también teóricos, de la afinación de su propio instrumento. Y no hablemos del conocimiento de lo que hay adentro del piano, el cual para algunos se ha transformado en una oscura caja negra.
Otro problema derivado de ello ha sido la muerte de la creatividad en cuanto al desarrollo de nuevos temperamentos de afinación. En tiempos de antaño, cuando cada persona sabía afinar su propio instrumento, existía una gran fuente de diversidad creativa en cuanto a la creación de nuevos modos de afinación. Hoy eso se ha perdido. Y, finalmente, uno de los problemas más graves con los cuales nos hemos acostumbrado a vivir, implica que los pianos de hoy en día pasan, la mayor parte del tiempo, gravemente desafinados y caídos de tono, alejados de la frecuencia de 440 Hertz, que es su tono patrón de afinación. Esto es sencillamente inaceptable. Tal vez recién ahora podamos tomar conciencia de todos estos problemas, y este libro intenta apuntar en el sentido de ayudar a concientizarnos sobre ellos. Los músicos de piano seguimos presos de una incomprendida tradición que nos condena a vivir muchas consecuencias musicalmente indeseables, pero intentaremos demostrar a lo largo del texto que no es necesario que nos resignemos a ello.
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