En una entrevista a Satrapi, la autora comentó que lo que la motivó a escribir Persepolis fue mostrar otra cara de Irán, alejada de los preconceptos y los estereotipos impuestos por los medios de comunicación. Sin embargo, dudo que la obra logre ese efecto.
Si bien contiene es una mirada ‘desde adentro', lo narrado no escapa a la imagen mas difundida de Irán: el fundamentalismo, la opresión de la mujer, las restricciones a las libertades y la represión que trajo consigo la revolución de 1979. La particular posición de su núcleo familiar y sus amistades cercanas -que vendrían a configurar el elemento ‘distintivo'- son planteadas como una excepción minoritaria.
En todo caso, Perspolis parece más una confirmación de la mirada occidental de Irán que un desafío a ella. Esto me decepcionó un poco.
En lo que hace a la obra en sí, la narrativa es excelente y también lo es la estética, pero esperaba algo mas revelador.
El más flojo de la trilogía. Sartre abandona la multiplicidad de voces del segundo libro y ordena el relato, intercalando las historias de personajes en distintos contextos, aunque todos bajo el manto de la invasión alemana a Francia.
Atraviesa la obra un cuestionamiento al nacionalismo (¿qué es Francia? ¿debo arriesgar mi vida por ella?) y, mas que en ninguno de los otros dos libros que componen esta trilogía, queda en evidencia el planteo de que es la acción el medio del ejercicio de la libertad, y que son éstas las que definen al individuo. Hay también un interesante componente histórico, dado que Sartre va exponiendo las reacciones de los distintos sectores de la sociedad hacia la invasión alemana y el desempeño de las fuerzas armadas francesas.
Se sabe que Sartre tenía pensada una cuarta parte que no llegó a concluir, pero La muerte en el alma parece un cierre adecuado -aunque sobrio- de esta serie muy interesante.
No soy fan de las lecturas necrológicas, pero la muerte de Forn coincidió con la recomendación de un amigo, asique cedí.
Nadar de noche (el cuento) es de una belleza encantadora. A pesar de lo irreal del planteo, es de un realismo descarnado que termina quizás por representar, de una forma mucho mas original y bien lograda, la ternura melosa que esquiva deliberadamente.
El resto de los cuentos son muy buenos también. Forn nada (valga la redundancia) en las psíquis del hombre moderno y en varios casos el lector termina sintiendo la ansiedad, la sofocación del personaje en cuestión. A la manera de Carver, Forn despliega una tremenda facilidad para generar personajes reales.
Una lamentable pérdida para la literatura argentina.
El libro reboza humanidad. Una historia familiar dura, pero con la que sin embargo muchos podremos empatizar: las familias perfectas no existen, y de Vigan sobresale en su forma de exponerlo. No se trata sólo de los trágicos hitos que constituyen la “mitología familiar” sino también de las características personales de cada miembro de la familia y de los pequeños detalles que son enunciados como al pasar. No hay buenos y malos: hay familiares, personas imperfectas. Y qué medio es más eficiente para conocer las imperfecciones de una persona sino la intimidad familiar.
La máxima exponente de esto es la propia Lucile, madre de la escritora/narradora. Se expone en el libro su vida tal como la reconstruye su hija: lo bueno, lo feo y lo malo. Hay un par de escenas realmente desgarradoras. Y hay también, como la propia de Vigan lo califica, momentos de gran “ternura”.
3,5 estrellas redondeadas a 4. Por momentos, sentí que faltó un poco de narración y que muchas cosas son simplemente contadas, sin la construcción de un contexto o clima adecuados.
Si bien me gustó algo más que Las cosas que perdimos en el fuego, sigo sin poder comprender el hype generalizado que está produciendo Enríquez. Evidentemente, hay algo en su estilo que no me llega.
Los cuentos de Los peligros de fumar en la cama no son malos, pero salvo algunas pocas excepciones, lejos estuvieron de causarme horror o pesadillas. Los veo como demasiado explícitos y directos: Enríquez aplica un estilo muy contemporáneo (basado en el mantra “show, don't tell”) al terrror, lo cual en mi opinión modera muchísimo su efecto sobre el lector. Valoro igualmente su incursión en un género inexplorado por la literatura argentina mainstream.
De Rusia se habla con tanta más facilidad cuanto más abstracto es el sentido que se confiere a su nombre. "Rusia busca el camino", "Rusia dice ¡no!", "Rusia se inclina hacia la derecha", etc. En un grado de generalización tan alto, un gran número de problemas empieza a perder sentido, dejar de contar, desaparece. La macroescala ideológico-estatal aparta a un lado, incluso anula, la cotidiana, difícil y dura microescala
En este párrafo que es parte del capítulo de cierre del libro, Kapuściński aporta la clave de lectura para su propia obra. A los abundantes análisis sobre la URSS, su política, su historia y los acontecimientos que configuraron su existencia, el autor les contrapone crudos relatos sobre la vida real de quienes vivían en la URSS. En cierta forma, da voz a aquellos contenidos en una categoría tan inmensa como lo era la de “soviéticos” (muchísimo mas amplia que la denominación “rusos”).
Y para ello, el autor no sólo visita las metrópolis Moscú y San Petesburgo sino que, en dos momentos históricos bien distintos en lo que a vigencia del régimen se refiere (los 60's y el período 1989-1991), Kapuściński se adentra en la URSS profunda: Ucrania, Bielorrusia, Siberia, el cáucaso (Armenia, Georgia y Azerbaiyán) y la Asia soviética (los “istanes”). Es decir, Kapuściński se embarra las manos, los pies y pone el cuerpo para contar, con testimonios de primera mano y el suyo propio, sobre la vida diaria de los soviéticos: sus carencias, preocupaciones, sufrimientos y pensamientos. Se esfuerza también en visibilizar la represión del régimen soviético, los campos de trabajo forzoso y la hambruna de Ucrania.
Un libro realmente recomendable para cualquiera interesado en historia y/o en crónicas de viajes.
Este libro desborda porteñidad. A través de breves artículos recopilados en estas aguafuertes, Artl escudriña la realidad y la idiosincracia de una Buenos Aires que se adentraba en la década infame. En ellos, Arlt exhibe varios estereotipos de los personajes que poblaban Buenos Aires en aquella época, muchos de los cuales hoy, casi 90 años después, continúan existiendo con pequeñas variaciones. Y, lo que es más importante, Artl despliega una mirada de las cosas con un cinismo muy típico del porteño, con una mirada aguda, crítica y descarnada.
Son muy interesantes los artículos sobre el lenguaje, en particular “El idioma de los argentinos” donde Arlt defiende al castellano, al lunfardo y a la producción literaria de quienes, como él, escriben como se habla. En referencia a los escritores que optan por la corrección gramatical, Arlt dirá que:
No los lee ni la familia (...) Son señores de cuello palomita, voz gruesa, que esgrimen la gramática como un bastón y su erudición como un escudo contra las bellezas que adornan la tierra.
No conozco un solo hombre feliz que lea. Y tengo amigos de todas las edades. Todos los individuos de existencia más o menos complicada que he conocido habían leído. Leído, desgraciadamente, mucho (...) Si la gente lee, es porque espera encontrar la verdad en los libros. Y lo más que puede encontrarse en un libro es la verdad del autor, no la verdad de todos los hombres. Y esa verdad es relativa... esa verdad es tan chiquita... que es necesario leer muchos libros para aprender a despreciarlos.
-Why would you cry, Artie?
-I...I fell and my friends skated away without me
-Friends? Your friends? ... If you lock them together in a room with no food for a week, then you could see what it is, friends!
El diálogo entre padre e hijo que sirve de introducción a Maus advierte al lector sobre lo que se viene.
En un tema abordado de tantas formas y en tanta cantidad de obras como el holocausto es muy difícil ser original, pero Spiegelman lo logra con un talento inédito. El formato cómic, a priori de dudosa pertinencia para un tema tan sensible, es explotado por el autor al máximo: aplica las dosis justas de narrativa y de representación gráfica.
La intercalación del presente en el cual el autor escribe/dibuja y del pasado narrado por su padre es tan buena que la obra termina siendo, sin que el lector se de cuenta, también acerca de la relación de padre e hijo. Como necesariamente debe ser toda narración sobre el holocausto, la obra es cruda pero Spiegelman aplica un excelente criterio sobre qué mostrar y de qué forma hacerlo. Logra transmitir el horror y la tristeza, sin recurrir a lo explícito. En eso, la representación de las personas en animales ayuda bastante.
De lectura imprescindible.
Carver pone el ojo en la clase trabajadora de unos Estados Unidos en pleno apogeo. A través de la narración de historias mínimas, de pequeños sucesos, deja al descubierto los valores que primaban entre las clases bajas y medias, sus temores, sus relaciones y sus vicios. Lo hace con una fantástica habilidad para fabricar voces verídicas: con solo un par de oraciones que individualmente pueden parecer casuales y livianas, Carver logra contextualizar y caracterizar con un talento envidiable.
Dicho esto, también es cierto que los cuentos de Carver (que han sido definidos como “minimalistas” por los que saben) pueden para algunos pasar por anécdotas o simples historias, sin la sustancia que el cuento tradicional exige. Independientemente de ello, el talento de Carver es innegable y, aún para aquellos con preferencias más tradicionales, su obra se disfruta.
Completando con este libro la lectura de toda su bibliografía, puedo decir que esta obra es Schweblin being Schweblin. A pesar de ser su primer libro (publicado a los 24 años, quien pudiera), me gustó mas que Siete casas vacías.
Schweblin es excelente a la hora de crear climas de tensión, tiene un estilo muy propio y hay algo de oscuridad que sobrevuela toda su bibliografía, aunque sin llegar al terror.
El primer cuento, Hacia la alegre civilización de la Capital, y Mujeres desesperadas por momentos son agobiantes. El cuento destacado, sin dudas, es La pesada valija de Benavides, que un poco me hizo acordar a El artista del hambre, de Kafka, por esto de llevar al absurdo la respuesta a la pregunta de qué es el arte.
Rock toma una historia real -de la cual, según un googleo rápido, poco se sabe- y la convierte en una ficción que tiene distintas capas de análisis. Lo primordial de la historia es, claro, el vínculo padre-hija, aunque se plantean también cuestiones relacionadas con la psicología; con la respuesta estatal y de las fuerzas de seguridad frente a formas de vida alternativas y con los métodos de enseñanza.
Y lo bueno es que Rock no ensaya respuestas. No nos viene a dar su opinión, ni tamiza el relato con sus propios filtros. Rock narra, expone. E invita de este modo al lector a que analice y saque sus propias conclusiones. Creo que el principal atractivo de esta obra es ese, el de servir de disparador para abordar temas complejos, alejados de los blancos y negros entre lo que todo parece oscilar en la actualidad.
A nivel narrativo el ritmo es bueno, aunque sentí que algunos puntos pudieron haber sido profundizados y otros que sí lo fueron, acortados.
Leí este librito en un vuelo, justamente desde Varsovia. Halfon narra simple y bien. Habiendo conocido la ciudad de Łódź, el libro se me hizo muy familiar y lo disfruté mucho.
Pero a muchos argentinos la historia le resultará también familiar, aún sin conocer Polonia. Es que todos los descendientes de inmigrantes europeos en algún momento tuvimos o tenemos la inquietud de indagar, rastrear, escrutinar ese pasado que, paradójicamente, es tan lejano y tan cercano a la vez.
Halfon narra lo que, en mayor o menor medida, muchos quisiéramos hacer.
Siempre me generan un poco de desconfianza las recopilaciones de textos “sueltos”, que inicialmente no fueron pensados para publicarse conjuntamente. Si bien a mí me costó encontrar cohesión entre los textos, varios de ellos me parecieron muy buenos, en especial el que habla sobre la niñez.
Halfon aborda a la literatura desde muchos ángulos. Habla del libro como objeto y desde el punto de vista del lector, y se adentra también en la tarea del escritor y las implicancias de serlo, particularmente en un país como Guatemala. Aborda la infancia como tema literario y de como las lecturas atraviesan momentos trascendentales de nuestras vidas, como en su caso fue ser padre.
La lectura es rápida y amena.
Es la guerra. La noticia atraviesa Francia y afecta a todos, no importa si sos burgués, vagabundo, prostituta, militar o un niño mimado. Para mostrar los efectos y las consecuencias de la noticia, Sartre recurre a la intercalación de líneas narrativas de una multiplicidad de personajes que se presentan y no siempre se retoman. Esta multiplicidad se ve plasmada a través de diálogos o pensamientos que inicia un personaje y se mezclan con las voces de otros, en una técnica que si bien al principio parece un poco confusa, Sartre despliega con genialidad.
No se trata tan sólo de cómo la guerra afecta la vida de cada personaje en términos prácticos, sino de la reacción de cada uno de ellos ante este evento histórico, de cómo se enfrenta cada pequeña individualidad ante semejante evento colectivo. Ante la movilización decretada por el gobierno francés, algunos encuentran un sentido a su vida, otros parecen perderlo, otros -paradójicamente- ven en acatar la movilización un acto de libertad, mientras que en algunos se exacerba su lado más revolucionario. En ciertos pasajes, me recordó a Guerra y paz.
Reaparecen los personajes del primer libro, aunque su protagonismo se ve claramente diluido por esta multiplicidad de voces que plantea Sartre. Si bien Mateo sigue siendo el protagonista, las apariciones de Boris, Ivich, Daniel y Marcela -y las del propio Mateo- son más espaciadas y atenuadas.
Muy distinto al primer libro de la trilogía, igual de recomendable.
Un gran Kundera riega de reflexiones lúcidas y geniales una historia que no destaca por su originalidad, sino por su desarrollo. La amistad, el amor, las profesiones, el deseo y el sexo, grandes temas que Kundera aborda de una manera tan natural como lúcida.
En el final se ve una exploración onírica, algo en lo que el autor incursiona en otras de sus obras, pero que sorprende en este caso en forma positiva por lo inesperado. No sé bien por qué, pero el final me hizo evocar un poco a Auster y un poco a Murakami.
Excelente lectura. Excelente Kundera.
"Comprendimos desde hace mucho tiempo que ya no era posible subvertir al mundo, ni remodelarlo, ni detener su pobre huida hacia adelante. Sólo había una resistencia posible: no tomarlo en serio"
A quien le guste Kundera le será imposible no leer esta novela corta con un poco de nostalgia, en la que casi con certeza será su última obra.
Publicada a sus 84 años (desconozco si fue escrita antes), no puedo dejar de verla como auto-referencial. Su invitación a celebrar la insignificancia, como oposición a la solemnidad, tiene como trasfondo el cuestionamiento del sentido de la vida, que quizás el propio Kundera se encuentre analizando en el ocaso de su propia vida. Y para celebrar la insignificancia, claro, hace falta humor, que al autor no le falta.
Como siempre, en el camino Kundera deja grandes relfexiones y diálogos, como la división que traza entre la gente que pide disculpas y la que insulta al chocarse con otra; las reflexiones sobre el significado del ombligo como portador de sensualidad; y la back-story de Kalinin, quien da nombre a Kaliningrado.
Minimalista al palo, Falco narra a través de una sucesión de enunciaciones de hechos y datos que, en su conjunto, logran una narración muy bien contextualizada. No hay metáforas, ni adornos, ni descripciones pormenorizadas. Allí está la destreza de Falco: sabe elegir qué contar y descartar lo que sobra, con un ahorro casi tacaño de palabras. A pesar de ese criterio tan restrictivo, Falco logra sin embargo sumergir al lector, en 2 o 3 oraciones, en el contexto en el cual se desarrolla la historia.
Dicho esto, creo que hay un abuso de los finales abiertos o directamente del no-final. En algunos cuentos esto llega a ser particularmente molesto. No es que necesite de una redondez perfecta en cada cuento, pero varios de los finales me dejaron un sabor a nada. Creo que, lamentablemente, esto es una tendencia en los cuentistas contemporáneos... el inadaptado puedo ser yo.
Destaco el primer cuento, “El pelo de la virgen”, original, bien narrado y bien cerrado. Destaco también como a pesar de tener este estilo tan austero, Falco logra plasmar sin exageraciones la “argentinidad”, algo tan difícil de lograr.
Brillante Sartre. Puede que su vuelo literario en esta obra no sea de los más elevados que haya leído, pero siembra muy bien, a través de las historias de cada personaje, diversos cuestionamientos que se relacionan con su filosofía existencialista, con la temática de la libertad como telón de fondo aglutinante.
Cabe destacar, en tiempos donde la literatura parece estar orientándose a echar luz sobre los excluidos del sistema y sobre las minorías de todo tipo, que el centro de esta obra -y por lo que he leído, de buena parte de la obra de Sartre- es el hombre pequeño burgués. Por ende, mal que me pese -vos también, anónimo lector, seguro seas un pequeño burgués-, son planteos que resultan familiares, que “llegan” y que invitan a la introspección porque en definitiva atañen al hombre moderno que emergió de la posguerra, es decir, a vos y a mi. Sin embargo, la advertencia es válida porque hoy alguien podría acusar a esta obra de centrarse en “first world problems”.
Los personajes están excelentemente construidos, cada uno con sus particularidades que los tornan genuinamente distinguibles y verosímiles, sin caer en el cliché: un profesor de filosofía que duda del principio mismo sobre el que ha conducido sus 33 años de vida; un hombre con tendencias suicidas en proceso de aceptar su homosexualidad; un estudiante universitario cleptómano; una cantante avejentada enamorada de un joven; una estudiante universitaria con claros signos de anti-socialidad.
Lectura necesaria. Sin dudas iré por los otros dos.
Este librito es una transcripción casi literal de una conferencia que dio Sartre en 1945, cuyo objeto principal era defender al existencialismo de las críticas que recibía del marxismo y de los católicos.
Según la introducción, Sartre se arrepintió de su publicación, porque finalmente fue tomada como lectura suficiente para reemplazar a las más de 800 páginas de El ser y la nada.
Es un buen resumen, bien intensivo, de los postulados principales del existencialismo. Una lectura muy útil para acompañar las lecturas de la ficción de Sartre, y seguramente insuficiente si se quiere estudiar su filosofía en profundidad.
Cuando un personaje es capaz de producirnos exasperación e incomodidad, estamos sin dudas ante una gran obra. La inseguridad, la paranoia y la indecisión permanente que aquejan al Señor Goliadkin, excelentemente retratadas por Dostoyevski, se tornan palpables para el lector.
El hecho de que la historia sea contada desde la perspectiva de este enfermizo protagonista hace caer un manto de dudas acerca de su veracidad objetiva. No se nos narra la “realidad”, sino una realidad subjetiva. Si nos atenemos a la literalidad de lo narrado, estamos frente a una historia de un doppelganger maligno, que llega a la vida del protagonista para hacerle la vida imposible y empujarlo a la locura.
Sin embargo, la narración está plagada de situaciones que nos invitan a dudar. En ese sentido, me recordó a la película El Aura, de Bielinsky. El doble del Sr. Goliadkin es, casualmente, su opuesto: extrovertido, seguro de sí mismo, encantador e inmediatamente aceptado por la sociedad. Su maldad, en principio solapada, luego se hace evidente incluso a ojos de terceros, que parecen ser cómplices de un plan colectivo contra el inocente protagonista.
La pregunta comienza a gestarse y para el final de la obra, queda instalada ¿Y si el aparente doppelganger es en realidad fruto de la imaginación esquizofrénica del Sr. Goliadkin? No hallaremos la respuesta, pero en su formulación misma está el talento.
Una excelente obra.
Los libros de Nothomb son, para mi y tras haber leído 3 de ellos, una literatura canapé. Son nouvelles que se devoran y degustan, enteritas, en un mismo acto.
Estupor y temblores (2,5 redondeado a 3) cumple, y poco más. El planteo es bueno: una mujer occidental trabajando en una gran empresa japonesa a principios de la década de los 90s. Aborda desde esa perspectiva la cultura de trabajo en Japón, tema interesantísimo, pero lo hace de manera algo superficial. Por otro lado, sin llegar a desplegar un humor que justifique su ligereza, la resiliencia de la protagonista termina por no ser creíble.
El libro comienza con uno de los dos fragmentos de esta obra que todo aquel que la lea guardará en su memoria, diría yo, indefectiblemente. Las 10 o 15 páginas iniciales están destinadas a una brillante descripción de aquella sensación de extrañeza y desorientación que sentimos a veces cuando recién nos despertamos. Aquel proceso, que no suele dudar más de unos pocos segundos, es desmenuzado por Proust con gran lucidez, en lo que en mi opinión constituye uno de los mejores comienzos de obra.
El otro fragmento, conocido como “la magdalena de Proust” describe con la misma destreza el proceso mediante el cual el sabor de una magdalena resulta en la evocación de un recuerdo de la niñez del protagonista.
Personalmente, lo que más me atrapó de esta obra es justamente esa capacidad de Proust de poner en palabras aquellas sensaciones que resultan casi indescriptibles. En Combray (primera parte del libro) destaca la habilidad del autor para salirse del molde tradicional y enhebrar una historia compuesta no por una sucesión cronológica ordenada de hechos, sino por la conexión de los hechos a base de percepciones, lugares, pensamientos, que van dando lugar a nuevas evocaciones. La subjetividad al mando.
No es una obra fácil, pero no porque su sintaxis o su vocabulario sean complejos, ni tampoco lo son los hechos narrados, sino porque se trata de una obra de un estilo muy distinto al contemporáneo, donde la profusión no se penaba. El autor no ahorra en descripciones, muy por el contrario, convierte -sobre todo en C0mbray- al paisaje en un factor fundamental de la historia. La segunda parte de este primer tomo, Un amor de Swann, puede pecar de algo repetitiva, aunque la genialidad con la cual Proust narra la evolución de los sentimientos de Swann valen la pena.
A través de un formato que juega con la estructura de “multiple choice” del examen de ingreso a las universidades chilenas (ya en desuso), Zambra despliega una lucidez y un talento envidiables, acompañadas de una mirada cínica no sólo del sistema educativo chileno, sino de la realidad chilena de los años 90's y principios de los 2000.
Como bien leí por aquí, el libro puede ser leído en 1 hora, o en 1 mes. Cada palabra, cada opción de multiple choice esconde algo, oscuro casi siempre. Cada palabra parece haber sido quirúrgicamente elegida por Zambra, en una obra que resulta inclasificable: no es una novela, no es poesía, no es un libro de cuentos, pero es todos a la vez.
3. EDUCARA) enseñarB) mostrarC) entrenarD) domesticar E) programar