Martín Ramírez

Encontré Eva Luna en una biblioteca y lo llevé porque me gustó mucho la casa de los espíritus y quería ver que podía ofrecer la escritora. Este sería su segundo libro que leería.
No me gustó tanto, pues no me sentí enganchado a una trama en particular. No me sentí conectado en ningún grado a algunos personajes, como Rolf Carlé, de quien sentí su inclusión en la vida de Eva poco natural e innecesaria cuando entró en su punto más íntimo. Tampoco estuvo el eje mágico que tanto me gustó de la anterior obra que leí de Isabel, y de plano muchas situaciones no se me hicieron tan interesantes.
Si me gustaron algunas personalidades como Melecio y su transformación, o las peculiaridades de la familia de Rolf, pero no más allá de ser personajes con vidas interesantes más que memorables.

La adolescencia y sus manerismos con la juventud son ilustrados muy bien en el libro. El como el protagonista cae en la bebida, involucrarse con un proxeneta y verse expuesto a tantos peligros a corta edad, muestra los peligros a los que se dirige si no da un vuelco en su vida, y toma las riendas de su expectativas pretenciosas de todo lo que conoce.

Muchos problemas por los que pasa están dados por su posición hacia la vida, hacia las personas y como él espera que sean las cosas.

Sin embargo, como lo señala el profesor de su antigua escuela, es posible redimirse aunque sea duro, y el adolescente desastroso que se retrata en la obra puede superar sus problemas si da cuenta de algo que lo inspire (como se da a entender en la situacion descrita por él como guardían de los niños) y se dedica de lleno a ello.